Algunas personas se vuelven tristes cuando son aún terriblemente jóvenes. Sin motivo especial, parece. Casi como si hubieran nacido así. Se lastiman más fácilmente, se cansan más pronto, lloran más y recuerdan más. Y, como digo, se vuelven tristes antes que nadie en el mundo. Lo sé, pues soy una de ellas.
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