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martes, 7 de febrero de 2012

Tiempo.

Hay dos tipos de personas: la gente que vive pendiente del futuro y la que vive de los recuerdos. Ambas tienen algo en común; las dos no viven el presente. Es bonito recordar momentos, personas, aromas, sabores, lugares, pero todos ellos son recuerdos. Los vivimos, los sentimos pero ya pasaron. Y también está bien planear el futuro, tener metas, objetivos por alcanzar, sueños por cumplir... Nunca viene mal una lista de los mil lugares que tenemos que conocer antes de morir, los cincuenta libros que tenemos que leer y por supuesto, los infinitos sueños; entre ellos, conseguir la casa de nuestros sueños junto al marido millonario. Por supuesto que aunque lo anhelemos no nos mantendrá en todo así que también tendremos que pensar en un buen trabajo que nos llene los bolsillos. ¿Pero qué persona vive feliz así? ¿imaginándose el futuro? El primero, vive nostálgico y triste por lo que no va a volver, y el segundo está preocupado y enfadado porque vive solo de la imaginación. Definitivamente, el mejor tipo de persona es la que tiene un equilibrio en su vida, aquella que se hace un espacio para recordar los viejos tiempos y no descuida su itinerario diario. El dinero es necesario, pero no llena el corazón de alegría. Los objetivos siempre se van modificando, aunque no nos demos cuenta. Pero lo que hagamos hoy con nuestras vidas, será lo que recordaremos mañana. Vivamos el presente, recordando e imaginando el mañana, pero no desaprovechemos el hoy.



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